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5/6/12

Born to run - Christopher MacDougall


Anteayer mi hermana me escribió un mail que decía:
A ver si... actualizas Calamarte!
Y efectivamente he comprobado que un año con sólo seis entradas no es un buen año.

Hace poco terminé uno de esos libros frikis por los que me ha dado de un tiempo a esta parte: Nacidos para correr.
Un gran libro que sólo recomiendo a los amantes del atletismo, en concreto de la carrera de fondo, más bien del ultratrail. Os dejo un fragmento: (lo podemos titular: "Viva el Caballo o como fliparse con las carreras..."


- Pensé que esta carrera iba a ser un desastre, porque pensaba que serían demasiado sensatos para venir -dijo Caballo recorriendo el jardín con la mirada... ¿Y ustedes saben quién hace las cosas sin razón?
- ¡Caballo! - se elevó el grito.
- Así es. La gente loca. Más locos. Pero hay algo en la gente loca: ven cosas que el resto no ve...
Mañana tendrá lugar una de las carreras más grandes de todos los tiempos, ¿y saben quiénes la verán? Solo gente loca. Solo ustedes Más Locos.
- ¡Más Locos!
Se chocaron cervezas en el aire, las botellas tintineaban...
- Mañana verán lo que la gente loca ve. El pistoletazo de salida será al amanecer porque tenemos mucho que correr.
- ¡Caballo!¡Viva Caballo! 

La historia que se cuenta está basada en hecho reales. Os dejo unos link in memoriam de Caballo.

También os regalo una bonita comparación de la vida y la carrera, me gustó mucho y viene de aquí:

Durante esas horas llegué a imaginarme que la carrera es como una vida, donde los kilómetros significaban los años. Los primeros años pasan muy deprisa e incluso nos equivocamos de camino, teniendo que retroceder. Luego llega la juventud y seguimos con las prisas; pararnos nos parece perder el tiempo. La madurez, o crisis de los 40, los 50 o cuando llegue, lo relativiza todo; ya no hace falta ir tan rápido e incluso te preguntas a dónde estás yendo. Te preguntas quién carajo te mandó apuntarte a este circo y quién te obliga a seguir participando en él; te crees en la mitad del recorrido pero tanto la salida como la llegada están tan lejos que ni siquiera las ves. Te resignas y sigues adelante (es lo que has estado haciendo toda tu vida). Y llega la vejez, donde ya vislumbras el final y todo cobra sentido; no tienes prisa por llegar pero anhelas el descanso, el merecido descanso. Miras atrás y te ríes de ti mismo, del ímpetu que tenías en la juventud y lo poco importante que resulta ahora. Y llegas a meta: has cumplido.

Otro día, más... no se quién habrá sido capaz de llegar hasta el final pero bueno. Amunt. 

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