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16/4/13

Elogio de la estulticia

Mi más sincero agradecimiento al gran análisis de la obra realizado por el Dr. Martínez Otero





Elogio de la estulticia (2013)
Pastel y acrílico sobre lienzo, 80 cm x 80 cm

El presente lienzo constituye una de las obras maestras de Romero, pintada en una etapa de frenesí artístico, en torno a la primavera de 2013. Por su composición y su cromatismo, por su originalidad y su profunda simbología, podemos afirmar que estamos ante una obra única, quizá zenital, de la trayectoria pictórica del genio de Benimaclet.

La pintura, de proporciones cuadradas, queda enmarcada por un arco de medio punto, que orienta la composición. Romero nos presenta así la plaza de un pueblo de segunda o tercera. Unos oscuros soportalillos, refugio del paseante en las tórridas horas del estío, aparecen como el único encanto, ciertamente provinciano, del espacio abierto ante el espectador. Los colores planos de las fachadas, con tonalidades naranjas, ocres, verdes y azules, son ya clásicas en el universo pictórico del autor, trayendo a la mente reminiscencias postimpresionistas, dadaístas y fauvistas.

Y en el centro de la plaza, lo imprevisto, lo mágico, lo genial: un monumento erigido a un marrano o cerdo común: rosa, sonriente y despreocupado. Más allá de una broma o un chiste, greguería pictórica para sorprender o divertir, el cerdo que preside la plaza –Napoleón, en un guiño orwelliano- convierte el cuadro en una mordaz crítica social. Sin ser Romero un artista social o comprometido, en el estricto sentido del término, tampoco se puede negar en su trayectoria una implícita crítica a la sociedad del consumo que le rodea. Romero, pintor ensimismado y onírico como pocos, enfrenta sus pinceles y su mirada a la realidad, gris, zafia, roma y chata, ofreciendo una visión fantástica y alegre, delicuescente, alternativa… Pues bien, aquí no concurre esa crítica implícita, onírica. No. Aquí Romero, con un realismo que le es impropio, denuncia lisa y llanamente la zafiedad convertida en referente, la grosería establecida como moneda de curso común, lo chabacano erigido en patrón, la gandulería y la autosatisfacción como arquetipo del éxito social. Es la conjura de los necios, el triunfo de la mediocridad. De manera genial y creativa, Romero ridiculiza en Elogio de la estulticia con sus pinceles el tsunami de estupidez que nos anega. El cerdo en su pedestal es el hombre moderno, que erige su vientre, su lívido y su comodidad en la única meta por la que luchar.

Pero aún hay más. A la sombra del cerdo, un Velázquez venido a menos retrata al nuevo señor. La estética, la metafísica, el arte, otrora al servicio de las grandes causas –sean reyes, meninas o nicolasillos pertusatos- se ocupan hoy ciegamente de hacer de palmeros del mal gusto erigido en paradigma. Y así les va. El artista troca su elegante hábito de Caballero en un chándal bombacho de dominguero de polígono; es expulsado de las altas cámaras de palacio a las tinieblas exteriores de la mendicidad. Se arrodilla ante el cochino, verdadero deus et machina de la sociedad de masas actual.

La visión de Romero es lúcida y profética. Irónica, valiente, demoledora. Romero, como el niño del genial cuento de Andersen, se atreve a señalar al rey y a gritar: va desnudo. Todo un aviso a navegantes, un memento mori. Como se lee en la esquina superior izquierda del lienzo, sit transeat gloria mundi…

4 comentarios:

  1. Claramente, los comentarios a tus obras se acaban de convertir en imprescindibles. Le dan un aire de seriedad y se disfrutan más. Hasta el título de la obra...

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  2. Qué maravilla! Tanto la obra como su comentario, felicidades. Me gusta mucho.

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  3. Muchas gracias!! La verdad es que está muy bien el comentario... eso es lo que realza la obra. Jaja.

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  4. Al césar lo que es del césar. Romero ha dado una vez más en el blanco: genialidad, agudeza y candidez en perfecto maridaje. Chapeau!

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