El Alpinista como Artista
Todos los alpinistas de la categoría arrogante son artísticos, independientemente de otras consideraciones, porque cultivan las experiencias emocionales por sí mismas, y por la misma razón son también deportistas. No es una paradoja afirmar que todos los deportistas -me refiero a los auténticos deportistas- son artísticos...
Desde el momento en que el placer se persigue, no solo por su valor literal..., sino con algún propósito más lejano y emocional, está compartiendo la naturaleza de Arte. Esta distinción se percibe con facilidad en el mundo del deporte. Marca la diferencia entre la persona que disfruta remando en un bote porque le complace el ejercicio, o le gusta la sensación de deslizarse por el agua en un bote, o quiere utilizar el agua para llegar a algún ligar deseable, y el que entrena para una carrera; la diferencia entre dar patadas a un balón y jugar un partido de fútbol; la diferencia entre darse un paseo a caballo por motivos de salud, o cazar zorros a caballo. Sin duda, ni al deportista ni al alpinista se les puede acusar de tomar sus placeres a la ligera. Ambos son artistas...
Pero hay arte y ARTE. Y podemos distinguir entre unos y otros artistas... Parecería perfectamente natural comparar un día en los Alpes con una sinfonía. Para los alpinistas de mi misma raza, esta comparación puede hacerse con toda justicia. Sin embargo, ningún deportista podría o querría afirmar lo mismo para el cricket o la caza, o para cualquiera que sea su deporte particular. Reconoce la existencia de lo sublime en el Arte con mayúsculas, y sabe, aunque no pueda sentirlo, que ese modo en que lo sublime mueve el alma es completamente diferente y mayor. Pero los alpinistas no admiten esa diferencia, en el plano emocional, entre el alpinismo y el Arte. Afirman que la esencia del alpinismo es algo sublime. Pueden comparar la llamada de las montañas a la melodía de la música magnífica. Y esa comparación en modo alguno resulta ridícula.
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