Sabemos que nos vamos a morir, simplemente por el hecho de que estamos vivos. Sabemos el qué (que nos moriremos), pero no el cuándo, ni el cómo, ni el dónde. Y aunque este desenlace es seguro, ineluctable, cuando esto que siempre pasa le ocurre a otro, nos gusta averiguar el instante, y contar con pormenores el cómo, y conocer los detalles del dónde, y conjeturar el porqué. De todas las muertes posibles hay una que aceptamos con bastante resignación: la muerte por vejez, en la propia cama, después de una vida plena, intensa y útil.
Este libro es el intento de dejar un testimonio de ese dolor, un testimonio al mismo tiempo inútil y necesario. Inútil porque el tiempo no se devuelve ni los hechos se modifican, pero necesario al menos para mí, porque mi vida y mi oficio carecerían de sentido si no escribiera esto que siento que tengo que escribir, y que en casi veinte años de intentos no había sido capaz de escribir, hasta ahora.
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