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13/2/13

La Montaña es mi Reino - Gaston Rébuffat

El alpinismo es uno de los más bellos deportes que puedan existir, pero practicarlo sin técnica constituye una forma más o menos consciente de suicidio. La técnica incita a la prudencia y en especial a la lucidez; ahorra fatiga, retrasos inútiles o peligrosos, y, lejos de impedirla, favorece la contemplación. No representa un fin en si misma, sólo un medio que condiciona la seguridad tanto a nivel individual como para toda la cordada.

Acabo de terminar este regalo de Reyes, un clásico de la literatura alpinística, en el que Rébuffat cuenta su vida en "su reino", la montaña: los inicios, su profesión, sus incursiones en las grandes vías, el Himalaya. Y por encima de todo su visión particular de la montaña en la que predominan altos valores, el más importante de ellos, la amistad.


El 3 de junio, Herzog y Lachenal alcanzan la cima.
Qué alegría la suya, inseparable de los recuerdos que brotan en un instante (...).
Hacia las 6 de la tarde, en el penúltimo campamento a 7.500 metros, nos encontramos compartiendo nuestra común alegría, ensombrecida con una pena: nuestros camaradas han conseguido la ascensión del primer ochomil, pero vuelven duramente tocados.
Por la noche Terray yo hacemos todo lo que podemos para calentarles. (...)
Algo más tarde, amanece el día lívido. Herzog y Lachenal han descansado un poco y casi recuperado el tacto de sus manos y de sus pies; pese a eso no se trata de que Terray o yo intentemos subir a la cima del Annapurna, sino de ayudarles a descender. Ellos sí han alcanzado la cima, y es como si todo el equipo lo hubiese conseguido, eso es lo que importa.
(...) Me parece que durante estos momentos Terray y yo somos los encargados de una misión que corresponde a lo que más me gusta de mi trabajo de guía: disfrutar de la renuncia en nombre de la amistad y negociar con la tempestad para poner a salvo a los compañeros.

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