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30/10/17

Romero y Julieta - William Shakespeare


BENVOLIO. -Haz caso: olvídate de ella.
ROMEO. -¡Oh! ¡Enseñame tú cómo pueda olvidarla!
BENVOLIO. -Da libertad a tus ojos. Que vuelen en pos de otras mujeres, de otras bellezas.
ROMEO. -De esa forma encontraría más exquisita su hermosura. Los disfraces negros que ocultan el rostro de las damas bellas nos hacen adivinar, precisamente por ser negros, la radiante blancura que esconden. Los que de pronto quedan ciegos no pueden ya olvidar el tesoro que pierden. Muéstrame a la más hermosa de las damas. ¿De qué me servirá su belleza, sino para leer como en un libro que existe otra aún más bella? ¡Adiós, primo mío! ¡Tú no sabes enseñarme a olvidar!
BENVOLIO. -Te enseñaré, o de lo contrario moriré en deuda contigo.

17/10/17

Décimo aniversario

Diez años esperando... el 3 de septiembre fue el décimo aniversario de Calamarte y se me olvidó.
Así son las cosas. El blog celebra su aniversario en un momento de sequía creativa, en un estado de letargo. Calamarte ha estado hibernando durante un tiempo para volver con más fuerza en esta nueva primavera.
El blog comenzó allá por 2007 como algo experimental, como un reto, como una explosión de creatividad. No sabía muy bien el objeto, el contenido del mismo, y poco a poco se fue desarrollando como una especie de diario cultural, de memorias, de acontecimientos relevantes, de cuestiones autobiográficas, un lugar donde plasmar mis aficiones. 
Y eso es lo que es; un sitio leído por casi nadie, pero que más da, a mi me sirve.
Y toca agradecer a tantas personas: Rodrigo, Jordi, Álvaro, Amalio, Javi, Mario, Marta, Alfonso... y todas de las que me he olvidado. El abandono temporal del blog quizá sea una buena señal, o quizá no. Pero una cosa tengo clara, quiero hacer una fiesta y voy a volver a pintar.
Os invito a mi fiesta!

16/10/17

Helena o el mar del verano - Julián Ayesta

Por la tarde la playa estaba llena de sol color naranja y había nubes blancas y olía a tortilla de patata. 
Y había cangrejos que se escondían entre las peñas y los niños éramos los encargados de enterrar las botellas de sidra entre la arena húmeda para que no se calentasen. 
Y todos decían: «Qué tarde más preciosa», y los novios se sentaban apartados y cuando empezaba a oscurecer y todo estaba lila y morado estaban con las caras muy juntas sin hablar nada, como confesando. 
Pero lo mejor era el baño por la tarde, cuando el sol bajaba y estaba grande y cada vez más encarnado, y el mar estaba primero verde y luego verde más oscuro, y luego azul, y luego añil, y luego casi negro. Y el agua estaba caliente, caliente, y habían bandos de peces muy pequeñinos nadando entre las algas rojizas. 
Y daba gusto bucear y pellizcar a las mujeres en las piernas para que gritasen. Y luego que papá y tío Arturo y el marido de tita Josefina nos subiesen sobre los hombros y nos dejaran tirarnos desde allí al agua...

15/10/17

Matar a un ruiseñor - Harper Lee

Cuando nos regaló nuestros rifles de aire, Atticus no nos enseñó a disparar. el tío Jack nos instruyó en los principios básicos de tiro; dijo que a Atticus no le interesaban las armas. Atticus le dijo a Jem un día:
-Prefiero que disparéis a latas vacías en el patio trasero, aunque sé que perseguiréis a los pájaros. Disparad a todos los arrendajos azules que queráis, si podéis darles, pero recordad que es un pecado matar a un ruiseñor.
Esa fue la única vez que oí a Atticus decir que hacer algo era un pecado, y le pregunté al respecto a la señorita Maudie.
-Tu padre tiene razón -dijo ella-. Lo único que hacen los ruiseñores es música para que la disfrutemos. No se comen nada de los jardines, no hacen nidos en los graneros de maíz, lo único que hacen es cantar con todo su corazón para nosotros. Por eso es un pecado matar a un ruiseñor.