-¿Qué opinas, Tenzing? -le pregunté.
-Muy mal, muy peligroso -contestó de inmediato.
-¿Seguimos?
-Como quieras -respondió.
Como de costumbre, Tenzing contestaba algo que no era de mucha ayuda, pero que nunca te defraudaba.
...
Mirando de lado a lado y clavando mi piolet, intenté descubrir una posible cumbre, pero todo parecía sólido y firme. Hice una señal a Tenzing para que subiera. Unos pocos golpes con el piolet, unos peldaños más, muy cansados, y estábamos en la cumbre del Everest.
Mi camino al Everest (Ediciones Desnivel). Edmund Hillary relata su llegada a la cima del mundo.