Este año me ha dado por los libro de alpinismo y coincidencias de la vida en tres de ellos se hablaba directamente de Anatoli Boukreev. Los dos primeros hablan de la tragedia de 1996 en el Everest y en este último Simone narra su muerte en el Annapurna tras ser arrasado por una avalancha.
Simone Moro tras sobrevivir milagrosamente revive en este libro sus primeros pasos en el mundo del deporte, la montaña y su oficio, las claves y las motivaciones que suponen alcanzar una cima, la amistad profunda que le une al compañero de cordada... En definitiva, una profesión: la vida en la montaña, una forma de vida que no todos están llamados a entender.
No podía odiar a la montaña entonces, ni ahora tampoco. Una
montaña asesina sólo existe en el estúpido vocabulario del periodismo. Una
montaña no mata, no retiene a nadie, no se puede conquistar ni impugnar.
Permanece inmóvil en la cara del hombre y del tiempo. En las montañas se puede
experimentar la victoria, la derrota o la muerte, pero nunca hay que pensar que
la montaña es responsable de ello. Es el hombre quien actúa y las variables que
rodean la vida del hombre son las que determinan su destino, nada más.
Ahora me adentraré en la literatura inglesa y quien sabe si las próximas entradas estarán redactadas en la lengua de Shakespeare.