«La novela es un reloj que funciona con enorme precisión y también es un laberinto que nos lleva a calles sin salida, a muros que te desaniman y que derriban todas las hipótesis imaginables. (...) La novela tiene una arquitectura poderosa y un final imprevisible como debe ser, como corresponde.» Antonio Garrido (Diario Sur)
Algunas apreciaciones:
El expreso de Tokio es una novela negra del japonés Matsumoto. La Editorial que ha publicado esta primera traducción es Asteroide, una editorial que me encanta. Creo que ya lo he dicho otras veces pero, me gustan los libros de tamaño medio, esos libros que no desaniman, que te los puedes llevar a cualquier parte y que puedes leer en un par de sentadas. Asteroide tiene ediciones de ese tamaño, apto para lectores perezosos y de corta memoria, como la mía. Me encantan los esteroides y los marcianos! (Por cierto, Matsumoto se parece a Javier Delicado, mi profesor de Arte Ruso, que se pasaba las clases dictando apuntes de folios amarillentos, de tiempos inmemoriales).
He leído la novela en un fin de semana lo que, como iba diciendo, es positivo. La intriga me llevó en un principio a leer más, pero luego, leía más para acabar antes y no precisamente por el interés en la trama. De hecho, en contra de algunas opiniones creo que a veces las pesquisas y razonamientos policiacos se quedaban un poco cortos o se hacían demasiado repetitivos. Eso por no mencionar el lío de datos y nombres japones tipo: Yoshida, Aomori, Hokkaido, Hakata, Kyushu, Shikoku, Yasuda, Toki, Kasai, Mihara, Tomiko... nombres que parecen de chiste.
Interesante la visión contrapuesta de Japón que nos da Matsumoto, por un lado una percepción negativa quizá dado el género de la novela: corrupción, anonimato, estrés, soledad... en contraste con otra visión bucólica del lejano oriente.
Me ha llamado la atención el trato de normalidad, incluso honroso y heroico que se le da al suicidio. Parece que esté interiorizado en la sociedad japonesa. A mi, este modo de proceder kamikaze me deja entre perplejo e intranquilo.
Me ha llamado la atención el trato de normalidad, incluso honroso y heroico que se le da al suicidio. Parece que esté interiorizado en la sociedad japonesa. A mi, este modo de proceder kamikaze me deja entre perplejo e intranquilo.
Veo que en general a los lectores les ha gustado El Expreso de Tokio y hacen reseñas favorables. Yo me sorprendo y pienso que no es para tanto.
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